A finales del año pasado llegué a Madrid para quedarme aquí nuevamente, después de mi singular experiencia de 6 años en Uruguay. Sin embargo, siempre recordaré el 2010 como el año que vine a Madrid, porque desde que he llegado, a diferencia de la propia España, no han dejado de pasarme cosas buenas.
Ha pasado aproximadamente medio año desde que llegué y, en mis escenarios mentales, se suponía que era a partir de estas fechas que iba a estar en condiciones de impulsar mi situación laboral en el País.
La realidad es otra, a día de hoy estamos totalmente instalados e integrados en el día a día de la vida madrileña. Mis hijos van a sus respectivos colegios, Lucas tiene ya su logopeda especilizadísima en implantes cocleares, nos alquilamos una casa a un precio genial y mi situación laboral supera por mucho lo imaginado.
Un día fui a visitar a Antonio Saez, fundador de Ya.com, pensando que iba a venderle un rediseño para el nuevo proyecto en el que se había metido, interdominios y ahora menos de cuatro meses después, me he casado con la que espero sea la mejor empresa de hosting de España en poco tiempo.
Si os parece poca suerte, ha sido llegar a Madrid y ver a mi atlético de Madrid ganando la uefa y cuatro días después, me regalaron entradas para el palco y me pude hacer fotos con la copa. Incluso conseguí uno de mis coches favoritos prácticamente nuevo, PT Cruiser Cabrio (ya no se vende) y es lo que conduzco a diario.
He tenido la oportunidad de desvirtualizar a unos cuantos y la casualidad ha querido que me cruzara con muchos viejos amigos y colegas.
En fin, me siento increíblemente afortunado aunque sabiendo que la suerte es de quien la busca, al otro lado del atlántico en este caso. Esperemos que dure la racha, que todavía quedan 7 meses y finalmente, Kudos para el Todopoderoso porque está siendo excepcionalmente generoso.
Había prometido en el vídeo de la activación del implante coclear que habría más clips. Con mucho orgullo y satisfacción comparte este vídeo en el que se pueden ver lo mucho que ha avanzado Lucas.
Si bien ya ha dicho su primera palabra (más o menos entendible), Buba, el nombre de nuestro perro, todavía no hemos conseguido filmarlo. Tan pronto lo consigamos lo compartiré con vosotros.
Hace unas semanas que se cumplio el quinto aniversario de nuestra llegada a Uruguay. Después de mi trigésimo cumpleaños, esta es la cifra que más me impresiona. El tiempo pasó muy rápido.
Es fácil obtener un balance positivo de estos primeros años aquí, porque resumiendo mucho esto fue lo que hice: armar el estudio, ponerlo a funcionar, casarme, establecer el estudio hasta hoy, tener nuestro primer hijo que está por cumplir 3 años, tener nuestro segundo hijo y poner a producir algunas propiedades para mantenernos comodamente y sin necesidad de trabajar mucho.
Como veis, algunos son hitos realmente importantes. Son de esa clase de logros que te imposibilitan arrepentirte de nada. Querer cambiar algo ocurrido en el pasado es despreciar lo que uno tiene hoy, y teniendo hijos como los que yo tengo, no puedo permitirme ese lujo.
Es momento que escriba, por fin, de Uruguay, un tema que he esquivado en el pasado. Es un país singular. Por ejemplo, hoy mismo leía que se trata del país más pacífico de Latinoamerica y a la vez, en la misma encuesta, a la pregunta ¿ha sido Ud. o algún pariente asaltado, o agredido o víctima de un delito en los últimos doce meses? es el cuarto peor parado de latinoamérica y el peor parado de Sudamérica.
Es pacífico. Si los comparamos con los uruguayos en esa encuesta, los chilenos tienen una percepción un 20% más violenta de su país y los argentinos un 50%. Ahora bien, que sea pacífico no significa que no te intenten joder cada tanto, robandote o de otras maneras.
En estos cinco años, si lo limito estrictamente a Isabel y a mi, puedo contar al menos 3 hurtos, cero violencia en todos ellos, ninguno traumático. A esto hay que sumar los problemas con inquilinos y ex empleados (del sector agropecuario, que también tengo el pie metido en eso). El resultado es que mi mujer y yo tenemos abogados y hablamos con frecuencia casi quincenal, para dar seguimiento a temas pendientes, para asesorarnos ante posibles amenazas (posibles demandas de hijos de puta oportunistas) o para desalojar a algún inquilino.
Si tuviera que resumirlo en cristiano llano y vulgar diría que el precio que pagamos por esta paz es que cada tanto te vienen a toquetear los huevos y aunque pudiera parecer lo contrario, me parece un precio muy asequible para conseguir esa tranquilidad que respiramos aquí.
El tema es que esa tranquilidad es algo adictivo y ahora estamos muy entusiasmados con dar el último paso. Primero fue dejar España por Uruguay, luego dejar las ciudades por urbes mucho más pequeñas y ahora viene alejarnos unos 25 kilometros de Punta del Este para vivir en el campo, campo de verdad. Todavía falta un poco para que se concrete, pero estamos en ello.
Al final, si lo comparo cuando vivía en Madrid, ahora en vez de conducir 55km para trabajar por carreteras infestadas de vehículos voy a tener que conducir unos 25km en carreteras desiertas con vistas al mar. Por el mismo precio paso de vivir apilado en un condominio a tener casa individual, jardín, aire puro y vecinos a distancias razonables (centenares de metros). En este sentido es una gozada.
La única cosa en la que Punta del Este me defraudo fue en el aspecto social. Hay muy poca gente aquí, vivir en Punta no es mucho más barato que vivir en Europa, poca gente de mi edad se lo puede permitir y los que se lo pueden permitir prefieren vivir en Montevideo (arghhh!, la ciudad, no sus habitantes). Así que hemos acabado con algunas amistades un poco raras, casi todos de mucha mayor edad que nosotros y gente que no vive aquí todo el año. Por suerte nos visitan mucho. Familiares, amigos de Madrid y cada tanto Mariano también se deja caer :)
Para los próximos años sólo deseo que esa tendencia a venir a vivir aquí se siga dando como hasta ahora y que con el tiempo vayamos haciendo más amistades, que ahora que la fase de padres novatos se va acabando apetece volver a salir un poco más.
Cerrando el tema, si tuviera que puntuar el venir a Uruguay de 1 a 10, siendo 1 vivir en la Antartida en una tienda de campaña y un 10 vivir en la suite presidencial del hotel “vela” de Dubai, creo que un 7,5 sería la puntuación, pudiendo esta mejorar mucho en los próximos años. En cinco años os vuelvo a contar que tal :)
A principios de año compartía en este blog todas las cosas que me pasaban por la cabeza a raiz de descubrir que Lucas había nacido con un sordera bilateral profunda.
No recuerdo exactamente si fue el mismo día que me enteré, que vi mi primer video de activación de un implante. Cuando lo vi me emocioné, era un pequeño video en Youtube que me llenó de esperanza cuando estaba perdido y desconcertado.
Hemos tenido que tener paciencia, ir paso a paso, sin apurar nada, para estar seguros de estar haciendo lo mejor para nuestro hijo. El 8 de noviembre operaron a Lucas y le pusieron un implante coclear en el oido derecho.
El viernes pasado lo activaron:
Estamos maravillados por la manera que ha aceptado el aparato externo y si bien ahora mismo no escucha (sólo tiene presencia sonora) prácticamente nada, a partir de ahora y de forma progresiva se reprogramará una y otra vez su procesador del habla para que cada vez capte más y más sonidos.
Tan pronto los padres encontremos un nombre, abriremos un blog sencillito para compartir nuestra experiencia. Os avisaremos.
Qué complicado resulta a veces reconocer errores pasados, publicar la cancelación de proyectos o simplemente decir me equivoqué.
Creo que en mi caso se trata de una actitud que tenía, la de creer que más adelante ya buscaría como completar o corregir lo que dije en el pasado y la incomodidad que producen algunos comentarios a los que antes les prestaba mucha más atención de la debida.
Además, estos errores proveen una experiencia mayor que la que se obtiene de los aciertos y se convierten en enseñanzas que uno podría compartir.
Si me pusiera a actualizar las iniciativas de estos últimos seis años y medio tendría material para escribir diariamente durante un par de meses. Pero no quiero usar esto como excusa para seguir sin reconocer errores, así que voy a aprovechar para explicar los que resultaron más instructivos:
Feedness
Nuestro extinto lector de feeds fue un curso de postgrado para mi. En algunos momentos se sumaron tantos errores por mi parte que sería casi imposible repetir una gestión tan mala.
Fue un proyecto que tuvo una buena ejecución inicial, nos puso en el mapa y nos consumió pocos recursos.
El error más grande que cometí con feedness fue no saber cómo y cuándo matarlo y fue el origen de todos los errores menores que cometí después.
Hubo un momento en el que feedness había cumplido su función, que era la de darnos a conocer. A medida que el volumen de trabajo se fue incrementando, el tiempo que podíamos dedicarle era prácticamente nulo y en ese momento tenía que haber tenido la sangre fria de deshacerme del proyecto. Aparte, lo más curioso es que es un proyecto que facilmente podría haber malvendido y tampoco lo hice, dejando que el orgullo rigiera sobre el sentido común.
Finalmente, jamás hice lo que estoy haciendo ahora, escribir una línea en la que confirmara el cierre del proyecto y explicar de forma abierta los motivos que nos llevaron a hacerlo. Más vale tarde que nunca.
9rules
Hace unos años conseguí que admitieran un blog mio en 9rules. Era un proyecto interesante que me sorprendió y en vez de concentrarme en sacarle jugo cometí el error de querer compartir la experiencia con blogs de habla hispana. Ese fue mi único error en este caso, pero fue tan grave que afectó la trayectoria de este blog de forma decisiva.
Me produjo un desencanto tan grande el salvajismo generado por las envidias que sumado al desinterés de los dueños de la iniciativa me hicieron repudiar la iniciativa. Pocas ganas me quedaron de bloguear después de aquello.
Aprendí que una gran mayoría de amiguetes del entorno de los blogs no lo eran, que primero hay que velar por los intereses propios y solamente una vez que estos están seguros puede arriesgarte a compartir. Vamos, que no puedes tener una actitud de “give back” cuando todavía no has recibido nada.
Maltratos al blog y a los lectores
Cuantas perrerias le he hecho a este blog. Entre otras cosas, lo mudé en su día a studio.st, lo maté, lo resucité, me llevé contenidos personales a un blog aparte, contenidos 2.0 a otro más. Finalmente, parones y más parones. Llegó un momento en el que me ponía delante del wordpress y me parecía no entender de qué iba todo esto de los blogs.
Me cuesta explicarlo después de mirarlo desde donde estoy ahora, los errores son evidentes pero en su momento no era así. No se, no puedo sino agradecer que haya gente que tuvo la paciencia de mantenerme en su lector de feeds con la esperanza de que lleguen tiempos mejores.
Cuánto tiempo me tomo reconocer el error más repetido durante estos años, prometer que iba a escribir más o a hacer no se qué… Es tan fácil y barato prometer en un blog que pasa un poco como cuando uno se pone a usar la tarjeta de crédito a loco.
Para terminar esta nota me gustaría aclarar que mi único objetivo es apaciguar mi conciencia, sacar unos cuantos esqueletos del armario y poder seguir adelante sin ese lastre. La única duda es si esta anotación se convertirá en otro error digno de ser mencionado en la lista, lo que lo convertiría en mi primer error autoreferente. :)
Ha sido hoy que por casualidad, mientras leía una nota que había escrito para mi mismo, me di cuenta que estoy acentuando las palabras de la manera que se pronuncian aquí en Uruguay.
El tema del acento me ha tenido en jaque mucho tiempo. Después de haber vivido 26 años en España es normal que me identifique con ese país (a pesar de apellidarme Kobylanski Gibson y haber nacido en Buenos Aires) y cuando llegué a Uruguay hace algo menos de cinco años me prometí esforzarme por mantener el acento. Hay días que parece que lo consigo y otros que no tanto, pero no fue eso lo que me puso en jaque, sino que fue mi hijo de dos años y medio, que ya habla bastante bien, el que me puso los pies en la tierra con sus: !vení!, acá, bajá y especialmente con su shhhho y su shhhha (yo y ya).
Creo que es momento de ir aceptando realidades, que dejé España atrás y que por más que lea El Mundo a diario y siga con fervor a la selección y al Atlético de Madrid, eso quedó atrás, estoy aquí y sin planes de volver (por ahora). Mis hijos han nacido aquí y sin pretenderlo he continuado una tradición, ya que son la cuarta generación que se va a criar en un país distinto que en el que se criaron sus padres.
No sólo eso, sino que además de orientales (como se autodenominan muchos uruguayos) les hemos dado la nacionalidad alemana (de la madre), aunque creo que es mejor no hurgar en los detalles que me llevaron a tomar esa decisión.
Podría parecer que todo esto que cuento es curioso o interesante, pero en realidad fue desconcertante, al menos para mi. Es duro sentirse desarraigado, no es fácil no tener claro cuál es tu patria, tu ciudad, tu barrio. Me costó mucho, o mejor dicho, me lo pusieron difícil en su día poder sentir eso por España, por Madrid o Pozuelo, porque, pese a que todo ha cambiado mucho en los últimos años, en un entorno en el que todo el mundo se llamaba José, Pablo, Juan o el nombre castizo que corresponda no era fácil ser Walter Kobylanski y el sentimiento de pertenencia siempre será difícil consolidarlo sin la aprobación de quienes te rodean.
A los 18 años llegó el día que me tocó jurar la bandera, recibir la carta del servicio militar 15 días después (para que luego digan que la burocracia no es eficiente) y conseguir salvarme por los pelos. Después de ese momento seguía gritando igual cuando Kiko, Raúl o el seleccionado que correspondía metía un gol o cuando Zubi se los dejaba meter, pero ayudó, ese maldito papelito terminó de solidificar el sentimiento.
Por otro lado, me gusta de Uruguay que todos somos descendientes de no uruguayos (si subimos 2 o 3 generaciones), lo que nos hace más iguales a todos y, coincidencias de la vida, eso es porque los españoles en su momento lograron que este sea el único país sudamericano sin población indígena después de exterminar a los charrúas. Es casi irónico, que el país que siempre me negó poderme sentirme 100% parte del mismo haya favorecido, en el pasado, que ahora me sienta cómodo aquí.
Me pregunto, dentro de 20 o 30 años, si sigo vivo y en Uruguay, ¿me sentiré uruguayo?. No creo.
Eso no signfica que no quiera este país, el aprecio existía antes de radicarme aquí, pero mi conclusión es que somos del lugar que nos crió, en mi caso España y en el de mis hijos probablemente Uruguay, algo que me reconforta, porque tengo la certeza que aquí, te llames como te llames o tengas el color de piel que tengas, es más fácil ser uno más.
Albergo la esperanza que mis hijos no pasen por lo mismo, pese a que estamos convencidos que en cierta forma repetiran nuestra historia. La esperanza surge porque hay quienes parecen haber logrado sentirse ciudadanos del mundo y porque Uruguay es la tierra prometida de los desarraigados de habla hispana.
Yo intenté sentirme cosmopolita y no pude. Mientras esté aquí seré un orgulloso gallego (calificativo que los uruguayos dan a los españoles, sean de Galicia o no) y de hecho, probablemente nunca consiga sentirme más español que viviendo en Uruguay mientras, poco a poco, pierdo mi tan querido acento.
Colchonero y desarraigado, la parte triste de mi vida. ;)
Estas últimas dos semanas han supuesto un cambio importante para mi familia. Hace exactamente 15 días que nos confirmaron que nuestro bebé Lucas tiene una perdida auditiva de 100 decibelios, lo que en términos cotidianos se conoce como sordera profunda.
Las primeras horas después de haber recibido la confirmación fueron las más difíciles, de hecho, fueron las únicas difíciles. Dentro de uno surgen dos sentimientos que hay que combatir, que son el miedo y el victimismo. El miedo es fruto de la ignorancia y la falta de conocimientos que uno tiene en el primer momento y si sabes usar Internet es fácil combatirlo sentándose a leer, a leer más y a seguir leyendo y leyendo durante días.
Lo más nocivo es el victimismo, el querer parar el mundo porque te han dado una mala noticia. Es una actitud que gracias a los buenos consejos de mi padre pude revertir en cuestión de horas y cambiarla por otras mucho más sanas: la esperanza, la confianza de que vamos a estar bien y ser conscientes que pese a todo seguimos siendo sumamente afortunados porque tenemos los medios para hacer frente a la situación.
Ahora que han pasado 15 días he podido resolver dudas importantes, como por ejemplo saber si Uruguay es un país en el que pueda hacerse frente a esta situación de la misma manera que podría hacerse en España o Estados Unidos. Para mi sorpresa, puedo decir que aquí las cosas están muchísimo mejor de lo que me hubiera imaginado gracias a uno de los recursos que más aprecio del país: la calidad humana. Siento como si mi apuesta por venir a Uruguay hubiera dado frutos adicionales en lugar más inesperado. Existen las mismas tecnologías que puedo encontrar en España, si falta algo se puede importar, pero hasta ahora hemos encontrado siempre a un magnífico profesional que se solidariza con nosotros.
Pese a que a nadie le alegra la noticia, soy consciente que es una experiencia que fortalecerá a la familia en vez de debilitarla, que lo vivido en los últimos días redefine todos los criterios con los que juzgaba los problemas y de ahogarme en vasos de agua paso a sentirme cómodo y confiado en el océano.
He visto con cuanta gente podemos contar y la claridad con la que se puede reconocer a quienes te quieren y se preocupan por nosotros. También descubro que lejos de sentirme débil o afligido hay mucho más ímpetu y energía en mi, que la responsabilidad añadida no pesa sino que te alienta a ir a más.
En fin, si tuviera que sacar una conclusión, esta sería que entre todas las cosas malas que nos podrían haber pasado, esta es la mejor de todas.
Esta mañana muy temprano, después de una noche de lunes realmente intensa, nació mi segundo hijo Lucas, un enorme bebé que pesó 4,48kg al nacer. Es tranquilo como un monje budista, apenas ha llorado en todo el día. Es rubiecito, con poco pelo. Ha pesado casi un 30% más que su hermano mayor cuando nació y de lo grande que es, entra justito en las cunitas de metacrilato que tienen en la maternidad (las típicas de las películas).
Los padres de la criatura estamos felices (no puedo explicar cuánto) y exhaustos, porque la experiencia es maravillosa, pero en esta ocasión tenemos también a Nicolás, de 22 meses, a quien no podemos desatender y que ahora mismo está bajo mi cuidado y echando mucho de menos a su mamá.
Se suponía que ahora, que he conseguido que Nico se duerma, iba a pasar horas enviando fotos a todos los familiares y amigos, pero me parece que va a tener que esperar hasta mañana el asunto porque estoy escaso de fuerzas y he usado la reserva para poder escribir estas palabras. Nos vemos en unos días.
Estamos a escasos 2 días del wordcamp Argentina y a mi hijo todavía no se le ha antojado nacer, por lo que ahora mismo es definitivo que, por mucho que me duela, me voy a tener que perder el evento que organizó Mariano y en el que yo iba a hablar de una de esas pocas cosas que realmente me apasionan, el diseño de blogs.
No obstante, me dijo Mariano que voy a tener un reemplazo de lujo, Leo Prieto que se defiende estupendamente en esta materia (y en muchas otras).
En fin, no me queda otra que disculparme, aunque por suerte, es una de esas ocasiones en que puedo estar tranquilo sabiendo que comprendéis los motivos. Pasadlo bien y grabad las charlas para que luego las podamos ver en Youtube.
Media vida me ha llevado poder llegar por fin al punto en el que puedo escribir y afirmar eso.
Hace ya más de dos meses que comencé a desintoxicarme, no sin haber tropezado (alguno suelto, una vez por semana), pero hoy ya no me acuerdo cuándo fue exactamente la última vez que fumé.
La ansiedad que provoca dejar una costumbre que me acompañó casi la mitad de mi vida es inmensa. La primera consecuencia es el ya conocido engorde. Me metí 7 kilos en menos de 6 semanas, lo que en parte no me vino tan mal, ya que me ha obligado a ir al gimnasio y volver a hacer deporte después de Dios sabe cuanto tiempo.
Por otro lado, no vivo aterrado con recaer, porque en el proceso fueron varias las veces, que después de una semana entera de lo más bien, necesitaba salir a toda prisa a por un cigarrillo a las 4 de la mañana. Me fumaba el cigarrillo, tiraba o regalaba el resto y a volver a aguantar, al menos, otra semanita. Ahora mismo es la primera vez que he superado ampliamente la semana, tanto que no me acuerdo el último.
Ahora bien, después de casi 70 días, sigo sufriendo a diario. Por un lado están los sueños, en los que casi siempre fumo o siento culpa porque fumo u otras historias en las que el tabaco es el protagonista. Por otro lado, hay días y momentos (como este mismo, que me llevo a escribir la nota) en los que… ¡por favor!, ¡qué mal lo llevo!.
Me parece que voy a aprovechar para preguntar a aquellos que consiguieron dejarlo, ¿cuándo se acaba este tormento?